En fechas recientes se han iniciado las obras denominadas de adaptación de terrenos y creación de un gran parque de juegos de 72.000 m2, en lo que el Ayuntamiento de Tres Cantos ha llamado Metropolitan Park.
La zona afectada por las obras era hasta el momento un encinar aclarado con cubierta herbácea, localizado en el Parque de la Cabezuela o Parque Norte, cercano a la ribera del arroyo Valdecarrizo. A pesar de tratarse de una zona suburbana, rodeada por calles, casas y construcciones varias, el Parque de la Cabezuela presentaba hasta hace muy poco tiempo un excelente estado de conservación, con altos valores de diversidad de plantas, aves e invertebrados. Debemos recordar que los pastos herbáceos en encinares aclarados mediterráneos se encuentran entre los ecosistemas más diversos del mundo, con decenas de pequeñas especies de plantas anuales y bianuales que aportan enorme riqueza y variedad a estos sistemas. Los paisajes de encinares abiertos y adehesados, como del que hablamos, están íntimamente vinculados a nuestros recuerdos y emociones, proporcionan sosiego y belleza, además de la ya mencionada (y valiosa) reserva de biodiversidad. Muchos tricantinos han disfrutado desde hace años del Parque de la Cabezuela (como de otros, también amenazados en nuestro municipio), afortunadamente insertos en nuestra ciudad. Estos Parques nos aportan valores intangibles, especialmente necesarios en momentos de ansiedad e incertidumbre, como durante la pandemia, pero también antes y después. El Parque de la Cabezuela era una isla de diversidad y belleza de la que disfrutábamos los tricantinos, porque era parte de nuestro patrimonio natural y emocional.
Las actuaciones emprendidas por el Ayuntamiento pretenden artificializar una zona natural, con la excusa de proporcionar a los vecinos y vecinas servicios que podrían situarse en zonas menos valiosas, como las situadas en el Nuevo Tres Cantos y que ya están afectadas por movimientos de tierras y actividad de obra. El ajardinamiento proporciona paisajes ordenados pero vacíos de diversidad, y consume enormes cantidades de agua, un recurso cada vez más escaso en España, además de no estar adaptado para las terribles consecuencias del calentamiento global. Los procesos de ajardinamiento suponen recortes inasumibles en riqueza de especies y en naturalidad, y son irreversibles. La pérdida del Parque de la Cabezuela es para siempre.
No era necesario sacrificar uno de los escasos valores naturales que persisten en una ciudad que, recordemos, hasta hace muy pocos años era diferente al resto por la presencia cercana y constante de valores naturales de los que carecen muchas ciudades en el entorno de Madrid. Quizás todavía estemos a tiempo de que nuestro Ayuntamiento repiense una acción innecesaria y fútil, pero con consecuencias gravísimas para nuestro patrimonio natural y personal. Y, por supuesto, adelantémonos a potenciales futuras acciones que dañen definitivamente lo poco que resta de nuestro, antaño, hermoso patrimonio natural.
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